Con el paso de los años, me he dado cuenta de que hay básicamente dos fuerzas o detonantes que conducen a tomar acción para producir como resultado la excelencia: la inspiración o la desesperación. Ambas, a su manera y por diferentes caminos, son increíblemente poderosas.
La inspiración sería el camino que comienza desde lo positivo. Surge cuando desde nuestro interior algo nos impulsa a tener una visión que cristaliza en objetivos y posteriormente en un plan de acción que va transformando ese sueño en realidad. Es esa pasión por crear algo especial que se va alimentando con cada paso que damos conforme vamos viendo como empiezan a llegar resultados. Muchos grandes visionarios han seguido este camino. Les consumía una visión de lo que pensaban ser capaces de lograr, y esa inspiración, los llevaba a ir creando el equipo y a conseguir los recursos necesarios para logarlo. Evidentemente, con todos los retos y altibajos que cualquier proyecto de envergadura ineludiblemente conlleva.
Pero en el otro lado del espectro, la desesperación es igualmente un punto de partida extraordinariamente poderoso. Cuando alguien está desesperado tocando fondo y ya no tiene nada que perder, utilizando ese fondo como punto de apoyo, puede iniciar una inercia de acción imparable. Y muchas veces, no hace falta llegar hasta tales extremos, sino que un simple comentario que ofenda nuestro orgullo, o alguna situación que consideramos injusta, nos puede poner en acción de una manera arrolladora.
Esto último fue el detonante de lo que terminó siendo uno de los coches más míticos de la historia: el Ford GT40. El desencuentro entre Henry Ford II y Enzo Ferrari tras poner fin abruptamente a las negociaciones que tenían en marcha para que Ford se hiciese con el control de la empresa italiana, fue lo que puso en marcha todo el proyecto para humillar a Ferrari donde más le dolería: en el mundo de la competición.
Así que podemos decir que desde esa faceta de la “desesperación”, Ford encontró la motivación necesaria para armar un equipo que apuntaría a la excelencia, y que demostraría con hechos contundentes que eran capaces de construir el deportivo más efectivo y completo de su época. En las páginas de este número encontrarás un relato de toda esta apasionante historia, de sus protagonistas, y de todas las versiones que se crearon del Ford GT40.
Nosotros, por nuestra parte, estamos de enhorabuena con este número 12 que tienes en tus manos. Tres años han pasado desde que el primer número de la revista vio la luz y no podemos estar más satisfechos con la acogida que hemos tenido entre vosotros, que sois el verdadero motor de esta publicación. Aspiramos a seguir trabajando duramente y con humildad para que cada número sea un disfrute para vosotros, y nos llena de felicidad que esa visión que tuvimos en su momento, que fue nuestra inspiración, sea a día de hoy una maravillosa realidad.
Por muchos años más. ¡Larga vida a nuestra afición!